La nave de los locos

Bourdieu, Joaquín. Díaz, Belén. González, Gabriela. Torres Novici, Rocío

Cuarto Año | Profesorado de Educación Secundaria en HISTORIA
Historia Argentina II

Docente: Gabriela Peretti | gabiperetti2@hotmail.com


Resumen

Los estudiantes de Cuarto Año del Profesorado de Historia del ISFD “Mariano Moreno” reflexionaron sobre sus propias experiencias y trayectorias pedagógicas que los llevaron a elegir la profesión docente y las causas por las que la re- eligen todos los días. Proyectaron las metas que esperan lograr en su desempeño como líderes pedagógicos y reconocieron y pusieron en valor todo lo que implica ser profesor/a. 

🔖Palabras clave: elección – ser docente – profesión – oficio – futuro

Experiencia pedagógica

La pregunta por la elección de la docencia como profesión es tan asidua en lo introspectivo como desde el medio que nos rodea. ¿Por qué embarcarse en una aventura que tiene mucho de sacrificio personal y poco de recompensa económica? Podemos vivir de esto, pero hay un techo ¿o no?.  ¿Qué nos lleva a pensar que podríamos “cambiar el mundo” desde un lugar tan ínfimo? ¿Qué hace que sigamos apostando a un oficio, muchas veces vapuleado por la mirada social? ¿Por qué ser docente con todo el trabajo y la responsabilidad que implica? ¿Para qué?

Los estudiantes de Cuarto Año del Profesorado de Historia del ISFD “Mariano Moreno”, próximos a finalizar el recorrido formativo, nos detuvimos a reflexionar sobre nuestras propias experiencias y trayectorias pedagógicas y ensayamos algunas respuestas y pensamientos de por qué elegimos ser docentes y cuál/es sería/n el/los motivo/s para volver a elegir esta profesión. 

Sabemos, en primera instancia, que ser docente no es para cualquiera. No todos podemos serlo. Porque ser docente requiere de compromiso, empatía, humanidad, confianza, saberes y, sin lugar a dudas, un poco (o mucho) de locura en “aras de colaborar con un grano de arena”.

La locura que implica saber y descansar en que ese otro puede. Hacerle saber que es así. Acompañarlo a creer en sí mismo. 

La locura que conlleva a priorizar a la escuela por sobre la vida del docente como ser humano, atravesando cientos de horas de lecturas, amaneceres de planificaciones, búsquedas interminables y entrega total en cuerpo y alma. Porque la vida, en la mayoría de las ocasiones, es para los docentes, la escuela. 

La locura de confiar en que el presente que edificamos desde nuestro pequeño y casi imperceptible lugar, será fortaleza en el futuro, con ese, nuestro granito de arena. La locura que nos permite, como dice Galeano cuando refiere a la utopía, “seguir caminando”. A pesar de todo y de todos. 

Ser docente es una profesión. Sin lugar a dudas, lo supimos desde el primer día del ingreso a la carrera. Pero esa profesión, sin vocación y compromiso, deja a su paso tierras yermas. A su vez, es una vocación, que sin profesión, siembra desiertos. Es un compromiso que sin vocación ni profesión, augura tempestades para nosotros y los otros. En palabras de Larrosa (2018), más que profesión es un oficio, porque “aún remite a la artesanía: a la materialidad del trabajo, a la tradición en que se inscribe, a la huella subjetiva del artesano que lo realiza, a su presencia corporal” (s/d). 

Nuestro oficio docente, pensado desde el inmenso compromiso que conlleva, nos permite plantearnos ¿por qué ser docente? Cuando indagamos en el interior, vemos que las motivaciones empiezan desde muy lejos. A veces, porque otro loco, nos inspiró:por admiración a una docente en particular que marcó mi paso por el secundario, despertando en mí la iniciativa de seguir los suyos. Otras tantas veces, son realizaciones personales porque “siempre me gustó poder compartir mi aprendizaje y al mismo tiempo aprender de los demás; es un trabajo que para mí no tiene fin”. Pero seguramente, la musa que nos ilumina a todos es el soñar con un mundo mejor: siempre me pareció oportuna la frase «educar es combatir». Es combatir contra un sistema opresor, es luchar por derechos, es combatir las injusticias, es enseñar no sólo académicamente hablando sino respetando creencias y valores. 

Ser docente es emprender un camino empinado y colmado de dificultades y sacrificios en el período de la formación: “muchos cambios, mayores responsabilidades”, pero que sabemos que debe vivirse “con confianza en sí mismo/a, para poder decir sí puedo, soy capaz, voy a lograrlo; predispuesta/o a aprender para mejorar”, por nosotros y por esos otros que van a llegar.  Implica reconocer que somos formadores de personas, de sus momentos y sus sentimientos. Por todo esto, considero que esta labor elegida, es de suma responsabilidad y compromiso”. Es apostar a los jóvenes como un sector social que ha sufrido menos ese encasillamiento que sufren los mayores muchas veces sometidos a rutinas reiterativas. Los jóvenes aún gozan del derecho al conocimiento, a la ciencia”. Será nuestra tarea acompañarlos a disfrutar de la plenitud y el goce de construirse en personas libres. Y allí radica nuestra locura, la de los docentes. 

Nos embarcamos en esta nave, llena de locos como nosotros y esperamos poder compartir valores, conocimientos, buenas experiencias, ayudar y acompañar. Nos empeñamos en transmitir emoción, entusiasmo y aprendizajes (…) usan[do] lo didáctico, lo académico y pedagógico; haciendo un combo mágico de dos horas donde no solo adquiriste conocimientos claves sino que disfrutaste el proceso del mismo y sabemos que “el límite no es el cielo, si hay huellas en la luna”. Confiamos en la circulación de ideas sobre el pasado y lo que éste tiene que ver con nuestro futuro, porque eso es lo que nos permite saber que vamos hacia buen puerto.

En palabras de Merieu (2010), “El educador, en cierta manera, honra una libertad mediante la convicción de que surgirá progresivamente del acto que instituye (…) Cuando la mirada y la palabra del adulto nos elevan a la dignidad de hombre libre, se dan las condiciones para que podamos decidir el futuro” (p. 121). Y sin lugar a dudas, ese es uno de nuestros objetivos: liberar, emancipar.  

¿Cómo no vamos a estar locos, si nuestras manos tejen el devenir y el vivir de los hombres y mujeres libres? ¿Cómo no vamos a estar locos de ser responsables de sembrar esperanzas, abrir puertas, deconstruir sistemas, coyunturas, tradiciones y desenfundar remos y navegar nuevos ríos?

Ser docente, como dice Larrosa (2018), «tiene que ver con el amor» (s/d). Y todo amor tiene un poco de locura porque seguimos proyectando y tenemos “la capacidad de empezar algo nuevo como la capacidad de renovar lo viejo” (s/d). Allí nuestra artesanía. Nuestro oficio. Esta es nuestra nave en la que nos embarcamos todos los días para andar y desandar caminos. Para navegar nuevas aguas y ensayar otros trayectos. Elegimos y re- elegimos ser docentes porque tenemos la obligación de “convertir a los alumnos en estudiantes, es decir, hacerles pasar de la condición institucional y posicional de alumnos a la condición existencial y pedagógica de estudiantes” (Larrosa, 2018). Prender esas luces, habilitar palabras y construir nuevos espacios de encuentro. 

Esto es una nave de locos. Hay cientos de ellos. Sabemos que no cualquiera puede estar loco, ni cualquiera puede ser docente. Porque para ser docente, hay que estar un poco loco (o mucho) y tener la certeza que entre todos podemos edificar algo mejor. Estamos locos, pero como dice la canción “sabemos lo que queremos”. 

Referencias bibliográficas: 

Larrosa, J. Rechia, K. (2018) Con P de profesor. Buenos Aires: Noveduc. 

Merieu, P. (2010) Frankenstein educador. UE: Laertes educación. 

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